La salida de estas obras merma extraordinariamente la parte de la colección que el barón Thyssen excluyó de la venta que hizo al Estado en 1993 y por la que se pagó 273 millones de euros. Ninguno de los cuadros permanece ahora en el museo. «El de Hopper está prestado en una exposición», advierten desde el Thyssen. «Y los otros no están en nuestra sede. No podemos revelar dónde se encuentran, pero aquí ya no».
Este no era el acuerdo al que habían llegado los abogados del Carmen Thyssen con el equipo del ex ministro José Guirao en diciembre de 2019. Después de muchas conversaciones, ambas partes acordaron retirar la posibilidad de venta de Mata Mua porque se trata de una de las piezas más excepcionales de la colección de la baronesa y que, de algún modo, antecede, articula y da eje al punto fuerte de ese legado, que se sostiene en la escudería de pintores impresionistas.
Carmen Thyssen había hecho varios intentos previos de deshacerse de la pieza, pero no llegó a concretarlos. En diciembre del año pasado quedaba solo la firma documental para rematar la propuesta de alquiler que acordó con Cultura para que sua parte de la colección quedase en alquiler durante un periodo de 15 años en la pinacoteca, prorrogables otros cinco más, con una retribución anual de 6,5 millones para la propietaria.
Las elecciones generales retrasaron la operación y la imprevista salida de Guirao del ministerio volaron los puentes de estos acuerdos. En una operación oportunista, Thyssen retomó el contacto con el gabinete de Rodríguez Uribes «y les coló un golazo», según fuentes cercanas a las negociaciones. «Lo pactado era que Mata Mua permaneciese en la colección y, a cambio, ella escogió tres cuadros para la venta, porque está en su derecho: Hopper, Monet y Degas. Así debería haber sido y para eso se anuló el permiso de exportación de esa pieza en diciembre del pasado año. Pero al final ha conseguido incluir a Gauguin en la venta aprovechando el cambio en los responsables de la cartera. En estos cuatro meses, el ministro Rodríguez Uribes no ha contactado con su predecesor para conocer el estado de la operación, lo aceptable y lo inaceptable. La baronesa pudo elegir entre la generosidad y la venta. Una vez más ha decidido la venta. No es muy cortés por su parte», afirman fuentes de Cultura. Las presuntas deudas privadas y el interés por saldarlas está en el origen de esta transacción intempestiva.
A partir de ahora, y una vez que el derecho de tanteo del Estado queda descartado, los cuadros podrán ser vendidos a precio de mercado y, muy probablemente, fuera de España.
Carmen Thyssen-Bornemisza «ha actuado conforme a los derechos que le confiere la titularidad dominical de sus obras de arte y el Estado sólo podía impedir la salida de las obras mediante una oferta de venta que, por su elevada cuantía, nunca ha estado en los planes de Cultura... Tengo que ver si había un pacto anterior con el ministro Guirao y si no lo había, lo ha hecho en su legítimo derecho de propiedad», sostiene el ministro en un quiebro improvisado.
También ha indicado que es difícil plantearse comprar una obra valorada en 40 millones cuando en el Senado se estaba debatiendo el decreto de apoyo al sector de la cultura por 80 millones en un contexto de crisis: «Un ministro prudente no puede hacerlo, no debe hacerlo».
La realidad respecto al precio de la obra podría ser otra. En 2016, en venta directa, una pieza de Gauguin pintada en el mismo año que Mata Mua fue adquirida por 278 millones de euros. Los pagó la Autoridad de Museo de Qatar, que ya se hizo con Los jugadores de cartas de Cézanne por 250 millones. La obra de la colección Carmen Thyssen fue, entre 1990 y 2000, uno de los dos activos de la sociedad Cornelia Company Limitted, con sede en el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes, y que contaba también con La esclusa de Constable, el cuadro ya vendido.
Desde 2011, las relaciones entre Carmen Thyssen y los distintos gabinetes de Cultura han sido principalmente ásperas. Las exigencias y las amenazas de llevarse la colección han sido la dinámica habitual de las conversaciones por el alquiler de la colección. Pero existían algunas líneas rojas no escritas. Por ejemplo, evitar que saliesen a la venta las piezas principales. Mata Mua es una de esas. Lo inexplicable es que Cultura, responsable de velar por la colección cedida, dé luz verde a la transacción. Pues obligará a renegociar, a la baja, lo que en diciembre estaba asentado.